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Monday, February 01, 2016

Calíope: Alquimia


Calíope se desespera, busca consuelo en los libros de ciencia, y de pronto se da cuenta que ahora más que nunca toda la ciencia le parece alquimia, ya que no encuentra aquella respuesta que calme su ansia. 

Lee y lee, pero todo suena a magia y a palabras arcanas que le impiden comprender mas allá de las letras y números. Compungida, hastiada de sus pensamientos, lanza un libro contra la pared.

- Maldito tú y tus sueños - se dice mientras se abraza a si misma, dirigiéndose en realidad a Morfeo -. Me dejaste dormir demasiado y la arena de tus sueños me llenó los ojos. Ahora apenas puedo abrirlos, y sin embargo tú me sacudes para despertarme bien raudo cada vez que voy a caer en tu reino.
- Ah, Calíope, ¿acaso no es esa la gracia de la vida, haceros creer que teníais algo para luego de ello despojaros?

Caliope mira furiosa a Morfeo, quien airado y con aire despreocupado parece divertido por su situación de confusión e incertidumbre.

- Ojalá no hubieras aparecido - le dice entre dientes, con rabia -. Ojalá nunca me hubieras despertado.

El amanecer, primero gris, luego de un tono plateado, se cuela levemente por los huecos de las cortinas, llenando de frío aquella madrugada de invierno solitario. Con las primeras luces del alba, las piedras de cuarzo que cuelgan de su ventana tintinean, intentando emanar energía positiva. Una energía que Morfeo se traga y escupe, riéndose de ella.


Images: Pinterest

Sunday, February 22, 2009

Calíope: Caminar sobre la nada.


- No serás capaz de hacerlo.
- Siempre has dudado de mí, ¿verdad?

Calíope sonríe pícaramente, y lo mira a los ojos. Ve el reflejo de la duda, un poco de temor, recelo e inseguridad. Sabe que no cree en ella, tal y como los demás.

Rememora tiempos pasados mientras el viento acaricia suavemente su cara y la invita a dar un paso más.

A los trece años falló las pruebas de ballet para entrar en una prestigiosa escuela sólo porque su madre pensaba que la pieza elegida no era adecuada. Ella sabía que sí lo era... pero con esa carencia de fe no le servía de nada. A los quince, suspendió adrede un importante examen de matemáticas simplemente por el placer de decepcionar a su profesor. Algo parecido hizo a los cinco años, cuando fingió no poder aprender a leer sólo para observar la frustración de su tutora, que no creía que una niña de apenas cinco años recién cumplidos pudiera leer un libro decente.

Nunca nadie había creído en ella, excepto su padre. Él fue quien trató de hacer despertar ese monstruo que ahora mamaba de sus propios pechos, lamía las aurículas y ventrículos de su corazón, anhelando sus pulsaciones. Él le puso por primera vez la mano en un bisturí para hacerla sentir el cortar de la carne humana. Él tuvo fe en ella cuando decidió hacer medicina. Sólo él.

Y ahora se había ido; la única persona que creía en ella se había marchado para siempre. Ya nadie iba a creer en ella nunca más...

El viento agitó su cabello y nubló sus ojos. Muy abajo, el ruido del tráfico taponaba los oídos de los transeúntes, ajenos al manto que cubría sus mentes.

- No hagas locuras, Nessa.

Calíope lo vuelve a mirar, y sólo ve a un extraño. Traga saliva, nerviosa, y se pregunta qué quiere probar... No tiene nada que demostrar a alguien que no cree en ella, que no cree en sí mismo... y de pronto lo ve.

En el edifico de enfrente, sonriente, extendiendo los brazos hacia ella. Oniros ríe divertido ante el espectáculo, pero ella no es ninguna actuación circense de la que se puedan reír. Se levanta con decisión y comienza a caminar hacia él. Camina, camina sobre la nada, sobre el aire, sobre las moléculas de oxígeno, nitrógeno, dióxido de carbono... Sobre las cabezas y las mentes de todos los habitantes de la ciudad. Sobre el hombre que ha dejado en la azotea tras de sí con la boca abierta, estupefacto. Con la tutora, el profesor de matemáticas, la profesora de baile, su madre...

Lo entiende. No necesita a nadie, a ningún ser vivo para hacer estos milagros. Sonríe. Sólo tiene que creer una persona: ella misma en sí.

Comienza a correr sobre el aire, a saltar, a reír y brincar. Al otro lado la espera un abrazo cálido que la hará soñar hasta la salida del sol con granos de arena y cristal.

Ya nada es imposible. Ahora está despierta el todo. Ahora puede volar.

Saturday, November 29, 2008

Calíope: Ojo de tigre.

Calíope observa cómo el agua aporrea el cristal de su ventana mientras el resplandor de los relámpagos iluminan el negro cielo de octubre y el ojo de tigre que sostiene en su mano. Semidesnuda, tumbada en la cama, tapada con su edredón, con el pelo revuelto y sintiendo arder su estómago de rabia. La rabia.

Al fin de cuentas, ¿qué es la rabia a nivel fisiológico? El sentir arder tu cuerpo, la dilatación pupilar, la liberación de hormonas que nos generan violaciones sinápticas de nuestro cerebro... esas descargas eléctricas que provocan el desear arrancar la faringe de cuajo a más de una persona, ver brotar la sangre roja sin pudor alguno, sin avergonzarse de mostrarse al mundo. Sentir el calor del otro cuerpo en tus manos, observar cómo se escapa el último aliento de vida antes de que los ojos se vuelvan vidriosos y cristalinos.

Se imaginó que éso es lo que había sentido quien había cometido tan atroz ferocidad, provocando el despertar de su rabia. Había escapado con las manos manchadas de sangre de gente querida, pero no iba a poder huir con tanta facilidad. No.

Ahora Calíope quería sentir su sangre correr por sus brazos mientras anudaba su interior.

Un nuevo relámpago, un trueno. El ojo de tigre cae y rueda por el suelo. Se detiene, rueda un poco más... y muestra los secretos del mundo.

"Ahí estás", se dice a ella misma, regalándose una sonrisa.

La lluvia la va a empapar, pero no importa. Ni esa fría agua podrá calmar la rabia de su estómago, de su interior. Se adentra en la noche, colgando del cuello la piedra de la libertad.

Monday, September 29, 2008

Calíope: Blanco y Plata

Calíope se despista y, por un momento, sigue la estela que ha visto pasar por el rabillo del ojo. Blanca y plateada dibuja ondas en el aire, danzando con el viento de forma coqueta y sinuosa, dejándose llevar y a la vez marcando el ritmo. Gira la cabeza y la sigue, sorteando coches y peatones, paseantes muy rápidos o demasiado lentos que no se percatan de su presencia.

Un salto, dos saltos; como Alicia persiguiendo al Conejo Blanco antes de caer por la madriguera, como Dorothy caminando sobre baldosas amarillas en busca del Mago de Oz. Comienza a sentir las gotas que empapan su rostro, ¿dónde dejó su paraguas? No importa, el fulgor danzante la tienta, la llama, le pide que vaya con él. Gira una esquina, y todo se vuelve cada vez más gris, resaltando sólo la plata de las ondas oníricas. Salen de la cabeza de alguien, éso es seguro.

Corre, esquiva, comienza a llover con fuerza y los rayos iluminan el cielo. El blanco la ciega, pero no es el blanco de la electricidad celestial, es otro tipo de fuerza divina.

Sobre una fuente, brazos abiertos, extiende sus alas y deja que el viento se lleve un millón de plumas. Algunas se aferran a su cabello, abrazándolo para no dejarlo jamás. Polvo de estrellas, polvo de hadas que salpica sus ojos ante el espectáculo de Arcadia y le incita a acercarse, a tomar su mano y a volar. Ante su cercanía, la mira, sonríe; y Calíope le devuelve la sonrisa para iluminar si cabe más el cielo relampagueante. La invita a que bailen juntos, lejos de las miradas de los humanos... Un pestañeo, a través del espejo... Vuelan lejos del suelo, un poco más cerca del sol.

Ha pasado un ángel, ¿lo viste tú?

Monday, September 15, 2008

Calíope: Pequeña introducción a la futura reflexión sobre el dolor.


- ¿Qué ves cuando miras mis ojos?

Oniros la mira fijamente, sin pestañear, escudriñando dentro de esos ojos verdes que lo traspasan desde la otra punta de la mesa.

- Veo esperanza - contesta.
- No seas estúpido, ¿lo dices por el color?
- No, lo digo por el brillo que desprenden, pequeña zorrita arrogante - sonríe pícaramente -; a veces te crees muy importante, ¿eh?

Calíope chasquea la lengua y sonríe al mirar a Oniros, siempre sabe dar en el clavo. Se levanta de su asiento, colocándose justo frente a él, y levanta la pierna hasta apoyar el pie sobre su pecho, tomando una pose sensual y amenazante a la vez. Ahora están jugando al mismo juego, y sabe que a él le encanta. A ella siempre se le ha dado bien apretar determinadas tuercas...

- Esta zorrita es una princesa, no lo olvides nunca, maldito lacayo...

Una vez mas mueve sus labios para decir su nombre, con serenidad, con parsimonia....Provocando descargas eléctricas en el ambiente.

Ca - lí - o - pe...

Acto seguido, la tira sobre la mesa. Ése mágico momento.
__________________________

¿En qué momento descubrí que el placer y el dolor podían ir unidos de la mano? ¿En qué momento me hice adicta a esa adrenalina, a esos impulsos de serotonina que provocan descargas en mi cuerpo? ¿A la electricidad orgánica que es capaz de erizar cada milímetro de mi piel?

¿Es eso bueno o malo? La pregunta a veces asoma por mi cabeza, y yo le insto a callarse y volver a su rincón. No es bueno ni malo, me hace feliz y punto.

No lo recuerdo, pero siempre hay una correa, una cadena o algo cerca de mí que me susurra lo que soy, que me recuerda que ésa sensación está aquí... Para quedarse.

Interesante combinación, ¿hasta dónde somos capaces de llegar las hadas?

Wednesday, September 03, 2008

Calíope: Nudos y Efectos Mariposa.

Su madre siempre le contaba cuando era pequeña que el abuelo había sido marinero de joven, y por eso era capaz de realizar tantos nudos como imaginara, para atar cualquier cosa. También le contaba que, en sus años de marino, tuvo que enfrentarse a muchas tormentas tropicales mientras navegaba alrededor del mundo; y que muchas de esas tormentas habían sido provocadas por el simple aleteo de una mariposa. Así, con tan sólo 5 años, tuvo su primer contacto con una simplificada Teoría del Caos.

Con el paso de los años se preguntó si su abuelo era también capaz de realizar nudos con las entrañas de las personas, porque si era así, ella quería aprender a hacerlos... No se explicaba otra forma de llevar a cabo su venganza contra todos aquellos que anudaban su estómago sin ton ni son, removiendo su mundo, poniéndolo boca abajo, boca arriba... Sintiendo náuseas al verlos aparecer. Uno tras otro se lo había hecho, y al final siempre tenía que introducir sus manos dentro de sí misma para deshacer en entuerto, la devastación.

Y mientras, el batir de las alas de la mariposa la seguía allá donde fuera, rememorando las palabras oídas en su infancia..."El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo"... Ella trataba de hacerse oír, bien fuerte, para que en el otro lado del mundo la oyeran también... ¿Pero era allí donde la debían de oír?

Fe y esperanza en el Efecto Mariposa. Esperaba impaciente el Maelstorm, el torbellino... la tempestad.

Wednesday, August 06, 2008

Calíope: Sinapsis y piedras


“(…) Sinapsis recurrentes que marcan los caminos eléctricos y químicos en el cerebro, autovías de información internas que activan una u otra emoción. Hay caminos mejor asfaltados que otros, y por lo tanto, destinos más o menos accesibles para mi subconsciente, que con un ligero toque de varita mágica, enciende o apaga determinados interruptores. Es posible que con entrenamiento lograra encender con más facilidad los que están situados más altos, aquellos con el nombre de “Felicidad” o “Positividad”, que me resultan tan inalcanzables debido a que mi escalera sináptica no es tan alta… ¿O tal vez no? ¿Realmente somos capaces de controlar nuestras emociones o, por el contrario, somos seres viscerales incapaces de contener un brote de vómito emocional? ¿Cómo de positivos o negativos pueden llegar a ser estos brotes? ¿Es bueno soltarlos o, por el contrario, es necesario guardarlos bajo el velo y la armadura que creemos irrompible? ¿Es de verdad tan irrompible… o por el contrario, es de lo cual nos queremos autoconvencer? (…)”
 
Nessa volvió a leer éste último párrafo un par de veces más. Sin duda alguna, no tenía ni idea de cómo terminar su trabajo sobre depresiones y alteraciones del estado del ánimo para la asignatura de Psicología Médica. De hecho, le resultaba vulgar el pensar que una depresión o cualquier alteración anímica dependiera tan sólo de unos circuitos cerebrales… ¿Acaso no había gente extremadamente feliz que, de pronto y debido a causas externas, habían sufrido depresiones? Sí, lo de siempre, “sólo unos casos”… Pero existían, ¿verdad? ¿No tenía eso ningún significado para la comunidad científica? Maldito método, siempre tan pragmático y obsoleto… 
Miró su reloj… Las siete y veintisiete… Un escalofrío repentino le recorrió la espalda, empañando su campo visual. Sintió poco a poco cómo el suelo se desvanecía bajo sus pies… “¿Otra vez?”, masculló para sus adentros mientras caía, cegada por luces rojas y azules en una oscuridad absoluta; dos ideas bastante disonantes para encontrarse en un lugar brillante y tan negro a la vez. 
Fue escupida de nuevo en ese páramo mágico y extraño que nunca lograba encontrar. ¿Qué lugar era ése al que siempre iba a su encuentro? El deja vu cada vez era más patente… ¿En qué vida vivió allí? ¿Dónde? ¿Con quién…? ¿Acaso con él? ¿Cruzando el puente de piedra…? 
Un momento, ¿de dónde había salido ése puente de piedra? En los años que llevaba soñando con aquel lugar, nunca lo había visto. Se acercó con cautela a observar su estructura fría y antigua a la par que resistente; en el suelo había marcado un número con caracteres romanos… “XIII”
- ¿Trece? – se preguntó en voz alta.
- Trece años son los que has tardado en llegar hasta aquí, Calíope.

Allí estaba, al otro lado del puente; frío, sereno. El cabello destartalado, como siempre, el semblante blanco, los ojos vidriosos fijos en ella. 
- ¿Trece años?
- Comenzaste a soñar con éste bosque a los diez, ¿no lo recuerdas?
- Sí, pero no sé si el haber tardado trece años para llegar a un puente de piedra es algo positivo o negativo, la verdad. Me hace pensar que soy bastante lenta…
- Bueno – distingue una media sonrisa en su rostro -, otras veces has tardado muchísimo más. De hecho, me sorprende que estés aquí tan pronto. Ha habido vidas en las que ni siquiera habías llegado hasta aquí, muy a mi pesar… Así que la respuesta es sí, es algo muy positivo.

Da unos pasos y comienza a caminar hacia ella a través de la estructura de piedra. Ella, sin embargo, permanece inmóvil. 
- ¿Y qué significa el que haya tardado tan poco?
- Que despertaste hace quince años muy precozmente, pero ese hecho ha permitido que hoy podamos estar aquí.
- No sé dónde estoy – contesta mirando a su alrededor -. Siempre me ha sido familiar este lugar carbonizado; es hermoso y aterrador a la vez… Me siento en casa.
- Era nuestra casa. Estás en casa.

Son esas palabras las que susurra en su oído, cn dulzura. La toma suavemente por la mejilla derecha, y la besa. Ella cierra los ojos, y sólo escucha su respiración y su presión sanguínea, a punto de explotar. Sí, por fin, había llegado a casa…

Abrió los ojos de golpe para descubrirse en el suelo de su habitación… ¿Acaso se había vuelto a quedar dormida de pronto? Se levantó y miró el reloj automáticamente… Las siete y veintisiete. Maldito Oniros juguetón, ¿por qué siempre le mostraba retazos?
Advirtió un parpadeo en su móvil, y comprobó que tenía un nuevo mensaje de texto. “Vamos al TCTCBN, te vienes?”. Puto Logan, siempre pensando en fiestas…. Y encima era uno de sus profesores… Desde luego, así va el servicio médico inglés…

*Imagen de Kunameko

Tuesday, August 05, 2008

Calíope: Qué más da la eternidad.



Biffy Clyro - Mountains


"No importa cuán lejos estemos el uno del otro. No importa si no vuelve a salir el sol, da igual si revienta la luna y las mareas no vuelven a su lugar correspondiente... Tu esencia está en mí, igual que en ti está la mía. Llevo siglos buscándote, vidas vividas y perecidas para encontrarte... Y por fin volvemos a estar juntos. Calíope, mi Calíope... ¿Qué mas da unos miles de kilómetros cuando te he buscado una eternidad?"

Un bosque carbonizado, con bruma gris que se levanta desde el suelo y se eleva hasta los confines del cielo, guardando con anhelo los secretos enmarcados en este paisaje dantesco del más allá... ¿Dónde está? ¿Qué lugar es ése que se repite constantemente en sueños? ¿Y por qué él siempre le enseña cosas? ¿Por qué le dice esas palabras? Cuando llega el sol, nunca recuerda su nombre, ni su rostro, pero siente su olor impregnado en su piel, su respiración en la nuca... ¿Cuándo llegará a arrancarla de esta burda y aburrida realidad que la tiene atrapada?

Nessa despierta, sobresaltada. Otra vez él... Al menos nada ha salido ardiendo en esta ocasión...

Excepto algo en su interior.

Thursday, July 31, 2008

Calíope: Animal herido.


- Estoy cansada, dolida, herida. Soy un animal al que han atacado y ahora se retuerce de dolor... ¿No dicen que es cuando los predadores son más peligrosos, cuando están heridos? Pues así estoy yo.
- No exageres.
- Para ti nunca es importante - miré a Oniros con reproche -. Nunca es importante nada de lo que diga o haga, sólo te interesa tu ego personal, el crecerte sin importar a quién pisar, el ser superior sin tener en cuenta mis sentimientos. Ya lo has hecho antes.
- Yo siempre tengo en cuenta tus sentimientos.
- Mentira. Demuéstralo.
- No es algo que se pueda demostrar así como así.
- Te quiero.

Silencio. Uno, dos tres, cuatro, cinco.

- Y a ti parece darte igual - continúo.
- No me da igual... - contesta él, alargando las palabras.
- Tú me buscaste.
- Tú te dejaste encontrar - reprocha.
- Tal vez quería dejarme encontrar por ti. Tal vez quería dar una oportunidad de intentar algo diferente con alguien diferente. Alguien con quien no tenía miedo de ser como soy en realidad, alguien con quien me mostré tal y como soy desde el principio, por mucho que lo niegues. Y tú, sin embargo, te comportas así.
- Nessa, no me van las peleas de enamorados.
- No estoy enamorada de ti. Y no me llames Nessa, maldito gilipollas.
- Es tu nombre.
- No el que tú usas para mí. Quiero oírtelo decir.

Silencio. Otra vez.

"Me miras, me traspasas, siento cómo me desnudas con la mirada, cómo ves mis entrañas, capa por capa, molécula a molécula. Quiero oírtelo decir, para que todo esto acabe de una vez, para poder vomitar todo lo que llevo dentro y me sienta mal." Se acerca, decidido, y entonces ella siente miedo. "¿Tal vez no debí decir todo aquello? ¿Por qué no soy capaz de mentir, sobre todo a él?" Más cerca, más cerca. Sonríe. Se aproxima a su cuello, respira junto a él, sube un poco y susurra en su oído.

- Calíope, mi Calíope.

Las musas revolotean y se ríen... Quién les iba a decir que su reina caería presa de las ondas oníricas infinitas y en forma de espiral.

Ahora, ¿cómo escapar? 

"Llevo tanto tiempo intentándolo..."

Calíope: Olvidos

Estremeciéndose, las gotas caen por su espalda como témpanos fríos de hielo. "Ojalá nunca llegue la primavera", se repite una y otra vez, "Ojalá siempre sea invierno..."

- El tiempo ha de pasar para todo y todos; ten en cuenta que es lo único que pasa y siempre permanece.
- Ya, pero no me gusta. Ojalá se detuviera para siempre en un día lluvioso... Ya sé que ahora me dirás el típico tópico de "No llueve eternamente", pero es algo que nunca aceptaré.
- Tendrás que hacerlo.

"Es cierto. Pero sigo negándome ése placer, esa derrota, ése rescoldo de cordura que aún me queda. Sólo quiero correr, marcharme lejos y olvidar para olvidar... ¿Cuál es el secreto para hacerlo? ¿Por qué unos pueden con tanta facilidad y otros, sin embargo, no podemos olvidar?"

- ...Algún día nos iremos ambos lejos, tan lejos que ni las estrellas podrán encontrarnos - susurra, cerrando los ojos -. Y entonces todos nos olvidarán.

- Todos los que triunfaron y consiguieron lo que querían sonaron al principio prepotentes- replica él, con su voz profunda -. Recuérdalo cuando estés arriba... Nunca lo olvides, es lo único que en ti debe permanecer de mí.

Tuesday, July 29, 2008

Calíope: Fuego

- Puedes crear lo que desees. Puedes hacer fluir el oro de tus manos, puedes beber hidromiel de las rocas desnudas. Ante la tempestad, resguardarte del viento y la lluvia; ante el sol, llamar a la tormenta. Hablar con los señores de los yermos desiertos de Estigia. Cuando tengas frío, crear fuego de la nada - dicho esto, la palma de su mano comenzó a arder -, y sentirte como lo que eres: una diosa que ve más allá de la vida y la muerte.

Calíope pestañea, pero no se inmuta. Extiende la palma de su mano mientras que Oniros, con delicadeza, toma el fuego y lo posa con extremo cuidado y ternura entre sus dedos. Es incandescente, no quema, casi le da frío, un frío que recorre toda su espina, todos los nervios ventrales y dorsales, ascendentes, descendentes. El cerebelo comienza a mandar señales, y siente que su sentido del equilibrio flaquea por unos instante. Su corteza comienza a cambiar, y las neuronas liberan neurotransmisores y descargas eléctricas más rápido de lo normal. El diencéfalo se dispara... ¿Acaso es amor?

La llama tiembla, mengua, suspira... Y de pronto se descontrola, comenzando a arder con una fuerza amenazadora. Pero Calíope no tiene miedo al fuego ni a ninguno de los elementos. No teme a la muerte, y mucho menos a la vida... Al fin de cuentas, éso es lo más peligroso, vivir en este mundo, caminar por los renglones del paraíso perdido creados hace millones de años para ser algo imperfectamente perfecto.


- Nessa... ¡Nessa!

Diana abraza a su hija, que tose un par de veces y respira con dificultad. Gerard sofoca el fuego de la mesita de noche... Adiós a los apuntes y uno de sus libros de anatomía, pero sólo ha sido un susto... Podría haber perdido mucho más... Pero, realmente, ¿son conscientes de lo que acaban de perder?

- ¿Ves? Te lo dije... - masculla Diana en tono de reproche -... Era muy pequeña para tus juegos, y ahora hace esto con 14 años... ¿Qué será capaz de hacer con el tiempo?
- Seré una musa, una diosa que ve más allá de cualquier velo... éso dijo él.

Gerard y Diana miran a su hija. Se equivocaban, no la acababan de perder... Ambos se miraron confusos: ¿cuándo la perdieron?

Oniros ríe en la lejanía, en las sombras de Estigia. 

"Ya entonces te veía y soñaba contigo. Y tú siempre susurrabas lascivamente en mi oído ésa palabra que me hace estremecer, esas que cuando dices hoy día provocan orgasmos en mi cerebro."

Ca-lí-o-pe...

"Ya estaba despierta, pero tardé diez años en encontrarte. Diez años practicando mis dones en soledad, diez años deseando sentir tu lengua sobre mi piel.

¿Cuándo me convertí en ésto?"

Calíope: Rojo rubí

Contoneándose, bailando entre las sombras, flashes de luz y Lágrimas de San Lorenzo; un movimiento, otro, y otro... Susurrando palabras sin llegar a pronunciarla, bailando sola con los espectros de la muerte... Calíope suspira, emocionada; escucha sus palabras, siente el frío de sus latidos, la humedad de sus transparentes lenguas sobre su espalda, los latigazos obscenos de sus inertes manos... Y no se arrepiente de nada en absoluto, de nada de lo que ha podido decir, de nada de lo que ha podido hacer.

Jamás pensó que bailar con un escalpelo en sus manos fuera tan enriquecedor, que cortar la carne produjera tanto placer... Carne humana que desearía llevarse a sus labios y comer... Pero aún no sentía predilección especial por el canibalismo y ése tipo de filias culinarias.

"¿O tal vez sí?"

"No me tientes, Oniros, o sólo querré morder lo que hay bajo tu piel, aquello que existe dentro de ti, aquello que ansío, entre jadeos, cada vez que te siento cerca de mi nuca; cada vez que muerdes mi cuello y te apoderas de mi ser. Podré entonces crear figuras vivas de materia inerte, podré entonces ver más allá de todos los velos, sentir lo que hay al otro lado, oler la humedad que allí se acumula, expectante de ser respirada por mi cuerpo."

¿Dónde quedaron las grandes esperanzas, dónde se ocultan los pequeños sueños?

"Un corte más del bisturí, unas pinzas... ahí, en tu rubí rojo guardado en el pecho. Justo ahí está lo que más deseo lamer."

Algún día viviremos en un mundo rojo rubí, y entonces oh, todo será tan bonito... tan bonito y tan vacío que no nos hará falta nada más.

Thursday, July 24, 2008

Calíope: Sobre una chica.

- A veces sentía la necesidad de pincharme, pero no de pincharme en el sentido de drogas y estupefacientes... Sencillamente cogía un imperdible y lo clavaba en mi brazo hasta que sentía dolor. O cogía un cuchillo y jugaba a clavarlo entre los dedos de la mano. Me fascinaban las cosas punzantes, y el fuego... Hacía pequeñas hogueras en ceniceros de casa.

Escucharse decir esas palabras le daban escalofríos. ¿Qué clase de infancia había vivido? ¿Qué le había inspirado ser así? ¿Ella misma, acaso? Sus padres le habían dado amor de sobra, a veces a su manera; y nunca tuvo necesidad de nada a pesar de haber vivido momentos difíciles en casa. ¿Por qué era así, qué le había influenciado tanto para acabar convirtiéndose en lo que es?

- No te martirices - dijo Oniros mientras la abrazaba -. Todos tenemos ése tipo de momentos. Yo los tengo incluso ahora... Tú me los inspiras.

¿Realmente era cierto? ¿Por qué era capaz de inspirar, por qué era capaz de crear esa magia envolvente a su alrededor? Según él, algunos tienen ese don de hacer soñar con el pestañear de sus ojos, con el olor que queda impregnado en sus cuellos; el sabor a herrumbre de sus labios. ¿Realmente ella era así? Si era cierto, nunca nadie se lo había dicho... 
Claro, a las musas no se les dice esas cosas; y es una pena, porque así podrían esforzarse mejor en cumplir su misión y, tal vez, ser más felices.

Pero, ¿qué inspira a una musa entonces? ¿Son capaces de ser inspiradas por algo o alguien, tal vez por aquel al que inspirarán la próxima vez que nazcan? ¿O sueñan con aquellos a los que ya inspiraron en otra vida?

- ¿Con qué sueñan las musas, Calíope?

Esa pregunta retumbaba con eco dentro de su cabeza...

Y la respuesta era simple.

Tú.

Thursday, July 17, 2008

Calíope: Castillos de naipes




El humo ascendía formando espirales hacia el techo de la habitación y, misteriosamente, no se mezclaba con el aire del resto de la estancia. Desde la cama, tumbada, veía todo el proceso de formación y muerte de una espiral tras otra, y otra, y otra... "Es increíble como todo nace y muere, y renace, y vuelve a morir... ¿Estamos todos abocados a ese fin?" No importaba, la belleza del humo la embelesaba de tal manera que no le hubiera importado venderlo de verdad; si el humo se vendiera embotellado, ella tendría cientos de botellas llenas de esas espirales grisáceas que tanta belleza crean... Que tanta muerte pueden causar... Se asemejaban a los castillos de naipes, ésos que vas montando poco a poco, creando algo hermoso para luego acabar derrumbando, a veces con una bocanada de humo proveniente de un cigarro.

"Pero no puedo vender humo" pensó para sí misma mientras encendía de nuevo el cigarro mágico y le daba unas caladas; "Sólo puedo venderme a mí... Sólo soy esto, lo que ves... No tengo ni un castillo de naipes donde reinar, sólo soy energía viva y muerta a la vez... Sólo puedo vender lo que hay aquí".

- Y me gusta mirar lo que he comprado.

Sonreía. Oniros dando en el clavo, cabalgando más allá de los neurotransmisores, más rápido que las sinapsis eléctricas, descargas liberadoras de endorfinas... Oniros, dulce como la hidromiel de los dioses; amargo como las derrotas...

Espirales que se perdían en la infinidad de la nada, naciendo, creciendo, muriendo. El ciclo de la vida en algo tan inerte que no se puede tocar. Castillos de naipes derrumbándose y creciendo de nuevo sobre la nada. 

"Castillos de naipes que me traen a la memoria el recuerdo de tu humo, de tu olor."

Thursday, July 10, 2008

Calíope: Quirófano

- Quiero hacerlo, papá. Necesito hacerlo.

Nessa abrazaba al recién fallecido Sprocket con fuerza. El animal, con los ojos vidriosos, la miraba todavía desde ese punto sin retorno, ése en el que sabes que te has ido y no vas a volver, pero el cual te niegas a abandonar.
- Nessa, cariño, Sprocket era muy mayor y es normal que haya…
- Mamá, necesito comprobarlo. Sprocket no estaba enfermo.
- Sólo tienes ocho años, Nessa…
- ¡Papá!

Gerard miró a su hija por encima de los cristales de sus gafas, con frialdad. Ya no sabía si, años atrás, había hecho bien en compartir la pasión por su trabajo con su retoño; o si por el contrario, había creado a un pequeño monstruo cargado de curiosidad. “Pero cómo me fascina”, pensaba todos los días cuando veía a su hija observar a los pájaros muertos caídos de los nidos; pájaros que a veces había visto derribar a la niña con piedras lanzadas de sus propias manos.
- Bien – sentenció -; lo haremos en el sótano. Dame un rato para preparar las cosas.
- ¡Gerard! – Diana gritó, enfurecida -. ¡No voy a consentirlo! ¡Nessa tiene sólo ocho años, por el amor de Dios, es UNA NIÑA! ¡No tu pequeña y macabra aprendiz de Dr. Frankenstein!
- Ella lo quiere así, Diana.
- ¡NO ES TU EXPERIMENTO, GERARD!
- ¡Ni soy una niña NORMAL, mamá, ACÉPTALO!

Nessa había soltado el inerte cuerpo de Sprocket, aún caliente, sobre la moqueta; y amenazante, miraba a su madre. Si no quería entenderlo por las buenas, debería de entenderlo por las malas. Diana miró estupefacta a su hija, y comprendió que ya era tarde: la había perdido, ya no había inocencia. Las energías a su alrededor vibraban y se revolvían, formando espirales que se devoraban unas a otras… Se preguntaba si estaba lista para dar “el gran paso”… “Es muy joven, es muy joven”, se repetía una y otra vez; “Que no vea a través del velo todavía”.
“Tarde”, le dijo Gerard con la mirada; luego dio media vuelta sobre sí mismo y se dirigió a preparar el improvisado quirófano. Si era verdad lo que su hija decía, no había marcha atrás.
Sobre la improvisada mesa de operaciones yacía el animal, más frío que hacía apenas una hora, un poco más rígido… Gerard tomó un par de guantes de látex, y le tendió otro par a su hija, que los aceptó sin rechistar.
- Te estarán grandes, pero no tengo otros, Nessa. Lo siento.
- Da igual, papá.
- Todavía estamos a tiempo de parar.
- No.
- Como quieras. Vamos a afeitar la zona torácica.
- Bien.
- Ponte la mascarilla – ordena mientras que él se pone la suya.

Un par de minutos de silencio.
- Tijeras de disección, Nessa – extiende la mano.
- Aquí tienes – se las entrega con firmeza, tal y como él le ha enseñado. Bajo la mascarilla, Gerard sonríe orgulloso.

Apertura en canal del animal, con delicadeza.

- Palas.
- Aquí.
- Pinzas dentadas.
- Toma.

Nessa acerca un poco su rostro al abdomen, ahora abierto y desnudo ante el mundo; de su difunta mascota. Siente el todavía retenido calor, el olor a sangre y órganos muertos. Está ahí, seguro que está ahí. Necesita verlo, tocarlo.
- El estómago, papá. Tenemos que abrir su estómago.
- De acuerdo – asiente él -. Bisturí y pinzas de Allis.
- Quiero hacerlo yo.

Mirada fría que se cruza con la de su hija. Hasta ahora, Nessa había dicho muchas cosas, pero sin duda ésa era de las más bizarras que había escuchado salir de su boca. Suspiró, entrecerró un poco los ojos y asintió pesadamente.
- Como quieras. Ven aquí, te pondré un banco para que estés más alta… Y te guiaré en todo momento, sobre todo con el bisturí. No quiero que te cortes y que tu madre se disguste más de lo que ya está.
- De acuerdo.

Firme, sin temblor; Nessa toma el bisturí y comienza a vaciar la caja torácica, sujetando tejidos aquí y allá con precisión. Saca los pulmones del animal y deja al descubierto el aparato digestivo en su totalidad. Su excitación ahora es difícil de ocultar, los ojos casi le van a salir de las órbitas. Ahí está, seguro que ahí está.
- Aquí, papá. Hay que abrirle el estómago – señala, exaltada.
- Toma el nº 3, es más preciso que el bisturí que estabas utilizando.

Otro corte, y un hedor que de pronto invade el sótano. Sí, sin ninguna duda, ahí está. Restos de comida para perros, y algo que no encaja. Parecen trozos de un cartón, ya algo consumidos por los jugos gástricos, pero reconocibles. Veneno para ratas. Nessa toma unas pinzas lisas y recoge unas cuantas muestras de las pruebas del delito. Sabía que tenía razón.
- Te lo dije – dice mirando a su padre -. Te dije que mataron a Sprocket, que no murió de viejo.
- Mamá va a alucinar cuando lo vea, pequeña. Vamos, acabemos con esto. Hay que cerrarlo y darle un entierro digno.
- No. Sprocket no hubiera querido que lo enterráramos. Él querría que lo quemáramos… pero antes quiero algo que sí devolveré a la tierra.
- ¿El qué? – Gerard pregunta intrigado.
- Su corazón. Dame las tijeras de corte para soltarlo de ahí.
- Nessa, eso es demasiado.
- Quiero su corazón.
- Está bien, está bien – la euforia visceral de Gerard aumenta por momentos. Qué hizo. Qué ha hecho. Qué han creado.

Tijeras. Varios cortes. Un ruido gutural y de extracción casi in vivo. El corazón de Sprocket brilla como rubíes entre las manos de Nessa. Ella lo observa, lo siente, lo huele; casi le gustaría lamerlo.
Un pequeño aullido llama su atención, y su mirada se vuelve a la mesa improvisada de operaciones. Sprocket la mira desde ella, sentado a cuatro patas, con la lengua fuera, el abdomen abierto; podría decirse que está sonriente. “No fue justo, Nessa” parece decir, “pero tú me vas a vengar, ¿verdad?”.

- Claro – susurra ella.
- ¿Qué dices, cariño? – Gerard levanta la mirada del cuerpo de su difunta mascota, el cual está suturando para proceder a su cremación, tal y como su hija quiere. Por un segundo parpadea, y su mirada es asustadiza. No es posible que haya visto latir el corazón del perro muerto en las manos de su hija.

Nessa mira de nuevo el corazón, y escucha desde su diencéfalo el resonar de una palabra, un nombre. “Calíope… despierta, Calíope… Ca-lí-o-pe… mi pequeña Calíope, Estigia aguarda y los sueños son el lugar más cercano a la muerte sin atravesar el velo”.

Pero el camino es largo y enrevesado, y los despertares, a veces, crueles. Ya entonces Oniros la estaba buscando; ya entonces la había encontrado, durmiente, cruel. Ya había despertado sin saberlo.
Desde entonces, Nessa siempre vio a aquellos que la buscaban a través del velo, aquellos que la llamaban Calíope. Aquellos que querían la verdad.

Monday, June 30, 2008

Calíope: Ondas oníricas




Las ondas oníricas sacuden la realidad como un terremoto devastador, viajando más rápido que la velocidad de la luz, sacudiendo millones de neuronas del cerebro al unísono. Sueños que se tornan pesadillas; pesadillas reales o de fantasía; sueños húmedos, secos, ardientes, fríos… ¿Nunca nadie os habló en sueños?
“Soñad, soñad pequeños míos, y podréis cambiar vuestro mundo, ese mundo tan lleno de claroscuros, luces y sombras que bailan al compás de este vals macabro, de esta danza de muerte que es la vida que os ha tocado vivir”.

Su voz era profunda, grave… Si hubiera podido tocarla, hubiera dicho que era áspera, pero dentro de ese tipo de aspereza que te gusta tocar y abrazar, que te gusta sentir sobre tu piel desnuda. De haber tenido sabor, hubiera sido agridulce, y desearía haber podido lamer sus labios hasta saciar su sed.

“Calíope, mi dulce Calíope”, la miró, con sus ojos vacíos y vidriosos; se acercó hacia ella y tomó su  cara entre sus manos. “Pequeña musa que despiertas mis más primitivos instintos… te miro y siento furia, deseo…”
“Usted se equivoca, Calíope no es mi nombre, es…”

Aprieta las manos sobre su cuello, impidiendo que entre y salga aire. Son cálidas y suaves, fuertes, firmes; no tiene miedo de apretar… Ella siente miedo, pero también siente placer, ¿no es curioso? Se aferra a sus brazos y le lanza una mirada amenazante; lo cual parece agradarle y deja de apretar para sonreír con una mueca de satisfacción.
“Así que ahí estás” susurra, se acerca a su oído; “Te he estado esperando, dulce Calíope”

Ahora lo entiende. En el mundo onírico, Calíope es su nombre; y él es su captor, su amante, su  protegido, su padre, su amo, su esclavo, su violador… Él fue y ha sido siempre su amor. Un temblor frío recorre todo su cuerpo, haciéndola sentir realmente emocionada, asustada, excitada… Las piernas le flaquean y su respiración se acelera. Por fin lo ha encontrado.
Muerde su cuello y ella emite un gemido de placer; recorre con sus manos su espalda mientras la aprieta contra sí, pudiendo de esta forma hacerle sentir todo su deseo hacia ella. Entonces, casi enfurecida, ella le tira del pelo y grita; una mirada le basta para saber qué es lo que tiene que hacer. La tira al suelo, arranca su ropa y ella deja que entre hasta su alma, que viole toda la cordura que hay en su interior, toda la locura que invade su cuerpo.
“Meow”

Algo ha saltado sobre ella… Ah, sólo es Kinesa, su gata… Abre los ojos lentamente, y observa que aún es de noche. La habitación está oscura, y la pequeña tormenta de verano es ahora un pequeño diluvio estival; escuchándolo a través de la persiana. A pesar de ello, hace una calor asfixiante. Mira el reloj, son las cuatro y afortunadamente, no hay llamadas en su busca.

“Malditos cambios de horario” se dice a sí misma. "Y maldita la hora en la que me mandaron a esta ciudad a trabajar…"

Un mueble cruje y, por un segundo, vuelve a sentir su presencia, su respiración detrás de su nuca, lamiendo su cerebelo para hacerle perder el equilibrio. Piensa que debería girar esa manecilla que hay dentro de sí misma, pero realmente descubre que quiero girar la suya y darle un poco de placer, un poco de dolor.

Siempre está bien tener un poco de los dos.

Saturday, June 28, 2008

Calíope

Las musas no dejan huella física, pero sí en el alma de los hombres que las llaman, a veces, suplicantes y lascivos, tratando de obtener su don.

De todas ellas, Calíope era la más sabia e ilustre, la más poderosa de todas las musas. Es ella quien por las noches se arrastra bajo mis sábanas recorriendo mi alma con su lengua, insuflando aire directamente en mis venas para producirme una muerte que, segundos más tardes, es un renacimiento a la putrefacción del mundo que nos rodea; un mundo tan vacío y sin sentido como hermoso, inspirando orgasmos intelectuales dentro de mi cerebro.

Acabo de despertar y me parece seguir soñando; la diferencia es que antes mis sueños eran en blanco y negro, y ahora son en color; unos colores tan vivos que hacen daño a mis ojos, cegados por el brillo aterrador de este mundo decrépito y soberbio.

Pronuncia mi nombre con deseo. 

Ca-lí-o-pe. 

El éxtasis está a punto de llegar a ti. Te mostraré lo que hay detrás del velo, mi visión, la verdad.